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Quiero ir al teatro pero, ¡no me alcanza la plata!

  • Mariajose Suarez-Vertiz
  • 23 jun 2015
  • 2 Min. de lectura

¿Cuántos no hemos dicho esto alguna vez? El séptimo arte y sus ofertas de martes y jueves hace quedar al teatro como el arte siniestro. Te cuesta lo mismo ir a ver Toc*Toc (desde la butaca más alejada del escenario) que ir a ver siete películas al hilo. Con canchita incluida. ¿Por qué? La respuesta (sí, ¡tenemos la respuesta!): el teatro es en tiempo real. Como sabes, una obra no se puede grabar y transmitir 5 veces al día. Para una puesta en escena, el elenco debe prepararse con agua de azar y magnesio, gritar ¡mierda! (sí, es el grito de la suerte, no te hagas el correctito. Aquí la bailarina Emilia Graña nos explica por qué se grita esto) y darlo todo, una y otra (y otra, y otra, y otra, y ooootra) vez. Esto pueden llegar a hacerlo 60 veces en un mes. La presión es mucha. ¿Te imaginas repetir tus líneas y mímicas día tras día, sin cansancio? Y por más de que ya lo hayas hecho muchas veces, todas y cada una de las salidas en escena deben demandar la mejor de ti, pues cada función aglomera a un grupo de espectadores distintos que, seguramente, llegaron ahí por que fueron recomendados. No pueden ser defraudados. Además, han pagado un chorro de plata… ya pues. Continuemos con nuestra humilde justificación de los altos precios de las entradas al teatro. La puesta en escena. Cada vez que una obra se lleva a cabo, hay más de 20 personas (que tú no ves, ni verás) encargándose de que to-do sa-lga bien. Ingenieros de luz, sonidistas, productores, banda (si lo requiere), staff, asistentes, maquilladores, costureros, etc. Todos en guardia para resolver cualquier percance. Porque una princesa no puede salir al escenario con el vestido descosido ni un rockero puede aparecer sin la peluca puesta, se pierde la magia. Entonces, todos estos individuos que sudan frío cada función, cuestan dinero. Y un pequeño porcentaje de ese dinero que pagas por la entrada, va para ellos. Por último: el alquiler del local. Un director de teatro debe conseguir un escenario digno para su obra de arte. Entonces una vez que ha escogido el teatro de su preferencia, no creas que llama a la puerta y pide que pooorfis lo dejen montar allí su espectáculo. No way. “Si quieres que tu función se estrene en mi teatro, tienes que pagarme. Ah, y parte de lo que ganes con tus entradas nos lo quedamos nosotros”. Nadie es malo en esta historia. Business son business. Comparando lo anterior al cine: los encargados de las películas simplemente ponen la cinta, dan play, suben las patas a la mesa y se sientan cómodamente a ver el largometraje, con canchita en mano. No hay equivocaciones ni errores, nadie se olvidará sus líneas y todos quedarán felices y contentos. Pero no es el mismo feeling que el teatro. Si no te hemos convencido, te dejamos aquí un interesante artículo que habla sobre la rivalidad virtual del teatro y el cine. Según un estudio de la Universidad de Murcia, España, en los últimos diez años, el porcentaje de personas que asegura nunca haber ido al teatro ha disminuido de 86% a 75%. Te dejamos el video aquí:



 
 
 

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